Madrid
es una ciudad que rebosa arte por los cuatro costados, y basta con
ir al Palacio de los Deportes para ver una pequeña muestra. Porque
el equipo de Pablo Laso roza la perfección sobre una cancha
de baloncesto. Su superioridad es tan apabullante como asombrosa.
Desde
que el árbitro lanza el balón al aire hasta que suena la bocina
marcando el final del último cuarto, los blancos ganan a sus rivales
en cada acción. Tanto en ataque como en defensa los merengues
parecen jugar contra niños, conscientes en todo momento de sus
debilidades. Y no les vale sólo con vencer; hasta que no arrasan con
ellos, no cesan en su empeño.
Nadie
destaca por encima del grupo; si un día el protagonista es uno, al
día siguiente lo es otro. No hay envidias ni rencores, prima el
conjunto sobre las individualidades.
Durante
el pasado verano se optó por la continuidad, eso sí reforzando
quizá su único punto débil, el juego interior. Se decidió abrir
la puerta, de manera acertada, al talentoso Mirza
Begic, como ya se hizo con anterioridad con
Ante
Tomić.
A cambio han llegado el contrastado Ioannis
Bourousis,
y el esperanzador Salah
Mejri.
Si a esto le unimos la continuidad de Felipe
Reyes
y Marcus
Slaughter,
parece claro que el club ha apostado por el sacrificio en detrimento
de la calidad. Con la excepción de Nikola
Mirotić,
al que seguramente le disfrutaremos este año por última vez.
Todo
lo contrario ha ocurrido con los jugadores exteriores, donde se ha
mantenido el bloque con jugadores capaces de anotar por encima de los
veinte puntos. Todos ellos capaces de romper el marcador en cualquier
momento del encuentro.
Y
la fórmula por el momento parece que funciona: invictos con 12
victorias, con medías de más de 27 puntos de ventaja y más de 94
puntos por partido.
El
Barcelona en cambio buscó en el mercado una superestrella, y tras
las calabazas de Vasilis Spanoulis,
se tuvieron que conformar con bisutería, Kostas
Papanikolaou.
Por ahora en la Liga Endesa también están imbatidos, pero las
sensaciones son bien diferentes.
Todo
resulta más sencillo bajo la batuta de un gran director de orquesta,
y Sergio Rodríguez es actualmente el mejor base de todo el
viejo continente. El Madrid juega como el Chacho piensa, y el
canario tiene una mente privilegiada, es un auténtico genio para
esto del baloncesto. Ha recuperado las sensaciones de cuando era
joven, y en este estado de forma es imparable. Piensa más rápido
que los rivales, es capaz de ver donde está la ventaja y además
tiene las dotes de los elegidos para ejecutar de manera perfecta sus
pensamientos.
La
próxima víctima que los de Laso dejarán a su paso será el domingo
el Herbalife Gran Canaria. Pasen y vean.

