El 5 de febrero fue la fecha elegida por Rafa Nadal, tras estar más de siete meses en el dique seco, para
volver a disputar un partido oficial de tenis. Habían pasado 222 días desde la
última vez que pisó una pista. Fue en la sorprendente derrota en segunda ronda
de Wimbledon ante el checho Lukas Rosol.
Más de medio año parado es mucho, y por ello el cuerpo
técnico del balear escogió para su ansiado regreso torneos de medio pelo en
tierra batida: Viña del Mar, Acapulco y São Paulo. Poco a poco Rafa ha ido cogiendo
ritmo, y tras perder la final en Chile ante el argentino Horacio Ceballos, ha levantado el trofeo mexicano y el brasileño.
Victorias de chichinabo antes de la verdadera prueba de
fuego: Indian Wells. Y ahí, en pista dura, se ha ido deshaciendo uno a uno de
rivales de cada vez más enjundia. Empezó por Ryan Harrison y el recuperado Ernests
Gulbis. Y después le vinieron los miuras: Roger Federer, Tomas Berdych
y Juan Martín del Potro. Tres top 10
que además jugaban en una pista que, a priori, les favorecía. Pues bien, todos
ellos fueron superados por Nadal, que conseguía así, y de manera brillante, su
primer título sobre cemento desde 2010.
La victoria del pasado domingo ante Del Potro es la 600 de su
carrera como profesional, sólo veinte tenistas han llegado a esa cifra. Pero
además, es el líder de todos los tiempos en porcentaje de victorias-derrotas,
con un escalofriante 83%. Le siguen leyendas como Bjorn Borg (82,7%) y Jimmy
Connors (81,8%).
Otra lista que vuelve a liderar en solitario es la de Masters
1.000 ganados (22), superando en uno a Federer, en cinco a Agassi y en nueve a Djokovic.
Para hacernos una idea de semejante hazaña, figuras como Ferrer o Berdych sólo han ganado uno, y Del Potro ninguno.
Dicen los expertos que ha cambiado su manera de jugar, que
ahora es más agresivo, que busca ganar antes los puntos para que su maltrecha
rodilla no sufra. No soy médico, y ni mucho menos un virtuoso de la raqueta,
pero lo que no ha cambiado ni un ápice es su actitud y su mentalidad ganadora. Rafa
ha vuelto, ha regresado el jugador que no da un punto por perdido, el que no
regala una sola bola, el tenista que exaspera a los contrarios, que devuelve con
suma facilidad todos los ataques que recibe. Y lo mejor de todo es que ha
vuelto para quedarse.
Pero no hay que lanzar las campanas al vuelo, este solo es un
paso más en su recuperación. Ahora toca esperar; no acudirá a Miami y
reaparecerá en un mes para defender título en Montecarlo, donde ha ganado en
las últimas ocho ediciones. Luego toca Barcelona, Madrid, Roma y Roland Garros,
ahí tiene otra cita con la historia.
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