lunes, 10 de diciembre de 2012

La pasión turca






Tócala otra vez, Mesut. Echándole algo de imaginación cinematográfica, esas pudieron ser las palabras que Cristiano Ronaldo susurró a Mesut Özil segundos antes del gol de la victoria el sábado en Valladolid. Pero seguramente al portugués Ingrid Bergman le suene a tenista sueca, y Casablanca a la residencia actual de Barack Obama. 

Corría el minuto 71, y el Madrid había neutralizado los dos tantos de Manucho, tras sendos errores defensivos a balón parado, una vieja costumbre en el club de Chamartín. Asomaba pues un mísero empate en Pucela, y la Liga se acercaba otro paso más a Barcelona. Fue entonces cuando el colegiado pitó una falta al borde del área. Al instante todas las miradas y cámaras se centraron en CR7. Su tremenda y extraña efectividad a balón parado en el último derbi le situaba como lanzador.

Sorprendentemente Ronaldo dejó de lado su egoísmo y su lucha personal con Messi, quizás dando por hecho que el argentino batiría un día después el estratosférico récord de Gerd Müller, del que por fin nos podemos olvidar. Una generosidad digna de Premio Nobel de la Paz (por mucho menos se lo han otorgado hoy a la UE y hace tres años a Obama). Anteponer el bien del equipo al personal, sin duda, una virtud que ha incorporado este año Cristiano a su extenso repertorio. Se acercó sigilosamente a Özil y le pidió que ganase los tres puntos.

Dicho y hecho, el 10 dio un sutil pase a la red, previo paso por el larguero. Una definición como las de antaño, que bien hubiesen firmado José Luis Zalazar o Milinko Pantić. Un lanzamiento que fue el colofón a su gran partido. Era su quinto gol de falta directa con la camiseta blanca en 15 lanzamientos, muy por encima de la estadística de Cristiano, con 10 tantos en 155 intentos de merengue.

El de Gelsenkirchen es el termómetro del Madrid, maneja el tempo de tres cuartos para arriba, es el encargado de encender la mecha de la dinamita. Cada partido crece su entendimiento con Cristiano, y, sobre todo, con Benzema. Basta con ver la jugada que ambos dibujaron con escuadra y cartabón, y que facilitó el segundo gol en el José Zorrilla.

En el momento más crítico de la temporada, tras la derrota en Sevilla ante el Betis y al no conseguir la primera plaza en su grupo europeo, el alemán ha cogido las riendas del equipo con tres goles en las dos últimas jornadas. Con Kaká más fuera que dentro y con Modric en pleno proceso de adaptación, Özil será el encargado de manejar el ataque blanco durante las próximas temporadas. Su único punto débil es la regularidad, talento le sobra por los cuatro costados, casi tanto como fealdad.

En el debe del conjunto dirigido por José Mourinho hay que apuntar la nefasta defensa de las jugadas a balón parado. Es incomprensible que teniendo a los dos mejores centrales del mundo encajen la mitad de los goles en el campeonato liguero en jugadas de estrategia. 

Con la Liga casi tirada por la borda, el único objetivo a corto plazo es coger para el mes de marzo la forma adecuada, la que les llevó a batir todos los récords la pasada temporada. Para eso, será imprescindible que Mesut la toque otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario