miércoles, 27 de febrero de 2013

Donde dije Leo, digo Cristiano




El Real Madrid no ganaba con tanta diferencia en el Camp Nou desde el 27 de enero de 1963. Aquel día se impusieron 1-5 con tantos de Di Stéfano, Gento y Puskas (en tres ocasiones).
Los merengues llegaban a la Ciudad Condal con la obligación de marcar tras el 1-1 de la ida. Y no sólo anotaron, sino que dominaron el partido de cabo a rabo gracias a una exhibición física y táctica. Todos y cada uno de los jugadores se sacrificaron en beneficio del equipo.
Y no quisieron hurgar en la herida. Con 0-3 en el marcador la goleada podría haber sido de escándalo. Pero si la defensa estuvo brillante, no se puede decir lo mismo del ataque. No fue el mejor partido de Özil, ni de Di María, ni mucho menos de Higuaín (instalado perennemente en fuera de juego). Sólo sobresalió el de siempre: Cristiano Ronaldo.
Hace un par de años decían las malas lenguas que Ronaldo se arrugaba en las grandes citas, sobre todo contra el Barcelona. Que sus cifras goleadoras eras impresionantes, pero que a la hora de la verdad daba un paso atrás.

Pues bien, ayer batió un nuevo récord: se convirtió en el primer jugador capaz de marcar en seis clásicos consecutivos a domicilio. Y mientras el luso hacía historia, el que le arrebató hace unos meses el Balón de Oro deambulaba por el campo como un pollo sin cabeza.
Habría que preguntar a los que votaron a Leo Messi si cambiarían hoy su voto, si se confundieron en su día, si es normal que tenga cuatro y Cristiano sólo uno.
Tiempo atrás el portugués parecía obsesionado con superar sus cifras goleadoras, algo que le impedía ayudar al equipo. Qué caprichoso es el destino, que hoy justo pasa lo mismo con el argentino, que se pasea por el campo con una única idea en la cabeza: superar todos los récords posibles.
En la calle continúa el debate de si Leo es el mejor jugador de la historia. Pero en el césped se ve que ni siquiera lo es en la actualidad. Lo que sí quedó claro anoche es quién es el mejor entrenador del mundo.


Para intentar romper con la hegemonía del Barcelona, Florentino Pérez eligió a José Mourinho como entrenador. El Madrid fichó al portugués para reducir la enorme diferencia que les separaba de los azulgrana, que por entonces lo ganaban todo. Los blancos, en cambio, no eran capaces de superar los octavos de final de la Champions League año tras año.
Se encontraban en el camino el mejor club del siglo XX y el mejor entrenador del momento. Para muchos era una mezcla explosiva, y se felicitaban después del serio correctivo que recibió en su primera visita al Camp Nou (5-0). Desde entonces se han disputado muchos clásicos, con diferentes resultados, con fallos arbitrales, pero casi todos ellos igualados. Hasta éste último.
Desde que Mourinho fichó por el Madrid, esta Liga ha sido la única competición en la que los merengues no han dado la talla. Cada temporada el técnico ha sabido implicar a sus jugadores en un objetivo. El primer año rompió con la sequía del club en la Copa del Rey. En el segundo ganó la liga por delante del supuesto mejor equipo de la historia. Y en este tercero por fin ha podido derrocar al Barcelona en una eliminatoria a doble partido, como ya hiciera cuando agonizaba el verano en la Supercopa de España. Además la ilusión por la décima sigue aún intacta.
Seguramente se marche este verano en busca de nuevos retos, quizás París, quizás Londres. Pero Mou no se podía ir sin dar el golpe en la mesa, sin dejar claro que deja al Madrid un escalón por encima del Barcelona.
Otro mérito más ha sido la apuesta por un joven central, dejando en el banquillo al mejor del mundo en su puesto. Otro no habría sido capaz.


 No recuerdo una irrupción en el mundo del fútbol como la de Raphael Varane. La percha de central siempre la ha tenido: calidad con el balón en los pies, imperial por arriba, tanto en defensa como en ataque, perfecto en la colocación y rápido en el corte. Pero hasta hace bien poco no había toreado en plazas de primera.
El francés se presentó en el partido de ida como central de urgencia ante las bajas de Sergio Ramos y Pepe. Y le tocaba bailar con la más fea, con el Barcelona.
Pues bien, ya podemos decir que Varane se ha doctorado en esta eliminatoria, frenando durante 180 el ataque azulgrana. Además, como broche, ha marcado en los dos partidos sellando la clasificación de los suyos para la final. Pero lo mejor ha sido la manera en la que lo ha logrado, con una increíble serenidad, como si no fuese consciente del enorme trabajo que estaba realizando.
Por eso defiendo aún con más fuerza mi postura respecto al Madrid de la temporada que viene. Teniendo actualmente a los tres mejores centrales del mundo, sería un pecado dejar a alguno en el banquillo. Propongo colocarlos en línea de tres acompañados por dos carrileros de largo recorrido y con buena proyección ofensiva. Para defender, ya están sobrados.


No quiero hacer leña del árbol caído, pero la prensa catalana es para darle de comer aparte. En las últimas semanas han publicado portadas mofándose del estado del Madrid.
¡Qué malos sois, Mou! titulaban cuando los blancos tiraron la Liga en Pamplona tras empatar con Osasuna. O Caerán en el Camp Nou, tras el partido de ida de la semifinal de Copa.
El encuentro de ayer nos deja una moraleja: no vendas la piel del oso antes de cazarlo, y mucho menos si hablamos del Real Madrid.


El Barcelona de Tito Vilanova ha mantenido el nivel del de Guardiola durante muchos meses. Messi, Xavi, Iniesta y compañía se entienden a la perfección, y podrían jugar perfectamente con los ojos cerrados.
Algo que hacía pensar que la figura del entrenador culé era la de un simple títere. Pero ahora con Tito en Nueva York, y después de una serie de malos resultados, han entrado las dudas.
Me imagino al pobre Jordi Roura, con su excesiva mandíbula inferior, en el descanso ayer. Intentando mantener una conversación vía skype con la ciudad de los rascacielos para buscar soluciones ante el mal juego de su equipo.


Los árbitros siempre se llevan la de arena y nunca reciben la de cal. Es verdad que el paupérrimo nivel de los colegiados españoles no ayuda en nada, pero no es menos cierto que el trabajo de anoche de Undiano Mallenco fue impecable.
Y eso que en nada ayudó la rueda de prensa previa al partido de Roura. El técnico-maniquí dijo ante los medios que con Undiano el Barcelona obtenía sus peores resultados (ayer volvió a quedar demostrado).
Una vez más el árbitro estaba en el punto de mira, cualquier fallo iba a servir como excusa para el equipo perdedor.
No lo tuvo nada fácil desde el principio, con muchas decisiones que tomar dentro de las dos áreas. El colegiado navarro nunca picó con las simulaciones y acertó en casi todas sus acciones.
Sigue sin gustarme la simulación en el fútbol, sea cual sea la camiseta del actor principal. La Federación debería tomar cartas en el asunto y empezar a sancionar. Porque hablamos de una lacra para el fútbol, de intentar obtener rédito a través de la mentira.


El partido del domingo se presenta ahora como uno de solteros contra casados. Con la Liga decidida, los azulgrana querrán resarcirse de la derrota copera. El Madrid por su parte, a pesar de jugar en casa, tiene la mente puesta en otra gran cita, en una nueva remontada. Y el camino ya lo tienen marcado. Próxima parada: Manchester.


 


viernes, 22 de febrero de 2013

Papa, ¿por qué somos del Atleti?





La temporada del Atlético de Madrid es extraordinaria. Su carta de presentación fue en Mónaco cuando agonizaba el verano, allí pasó por encima del Chelsea en la Supercopa de Europa. Desde entonces, su paso por la Liga ha sido ejemplar, ha ganado todos los partidos en su estadio y se ha afianzado en la segunda posición de la tabla, sólo por detrás del Barcelona, y lo que es más importante, cuatro puntos por delante del Real Madrid, algo que habían soñado durante décadas. Tampoco han aflojado el ritmo en la Copa del Rey, donde están a un solo paso de la final. Para lograrlo deberán defender la semana que viene en el Sánchez Pizjuán el 2-1 cosechado en la ida.

Un gran año sin duda para los colchoneros, que poco a poco conseguían dejar atrás la imagen de pupas que les ha acompañado los últimos años. Un cambio con un principal culpable: Diego Pablo Simeone. El técnico argentino ha sabido cambiar, en un corto período de tiempo, la mentalidad perdedora de este equipo; a excepción de los derbis madrileños.

Bueno, pues cuando parecía que todo era un camino de rosas para los rojiblancos, al Cholo se le iluminó una bombilla de más. El pasado 14 de febrero recibían al Rubin Kazán en la ida de los octavos de final de la Europa League. Los rusos se adelantaron en el marcador y llegaron al descuento con ventaja. Corría el minuto 94 y el Calderón iba a presenciar la primera derrota de los suyos en toda la temporada. Fue entonces cuando Simeone, seguramente crecido por los excesivos halagos de la prensa, mandó a Sergio Asenjo a rematar un córner. Un supuesto gol que le podía elevar a los altares futbolísticos.

Lo peor que puede pasar es que no hagamos gol y el partido acabe 0-1, pensaron muchos. Error. El saque de esquina fue despejado por la defensa rusa que montó un rápido contraataque, ante la permisividad de Juanfran. El balón le calló en los píes a Orbaiz y a placer puso la puntilla a los colchoneros.

Ni el más romántico lo hubiese imaginado. Volvía el Atleti de siempre, el de toda la vida, y qué mejor día para su vuelta que el de San Valentín. Todo encajaba, y en la ribera del Manzanares se escuchaba de fondo la sintonía de Benny Hill.

Igualito es un 0-1, que un 0-2. Antes de la grotesca acción, les valía con ganar en Rusia para acceder a los cuartos de final; ahora tenían que vencer con ventaja de dos goles. Pero aquí no se quedó la cosa. Y es que Cerezo monta un circo y le crecen los enanos. El colmo llegó el pasado jueves. A pesar de tirar el partido, dejando en Madrid a Juanfran, Arda Turan, Koke, Godín, Filipe Luis, Tiago, Gabi y Diego Costa (sancionado), consiguieron imponerse en Kazán con un solitario gol de Falcao. Un resultado que hubiese llevado la eliminatoria a la prórroga, si el ya famoso y legendario asenjazo no se  hubiese producido.

Desde mi humilde opinión, hacen bien tirando por la borda la Europa League, una competición menor que han ganado en dos de las tres últimas ediciones. Aunque las formas, evidentemente, no han sido las mejores. 

jueves, 14 de febrero de 2013

Y yo con estas pintas



El club más laureado de Europa no se puede pasear por el viejo continente sin un delantero centro en condiciones. Gonzalo Higuaín y Karim Benzema, más que miedo, provocan risa entre las defensas contrarias. Son como caniches rodeados por pitbulls (y no me refiero al dudoso cantante).
A día de hoy nadie duda de la calidad de ambos, y es verdad que serían titulares en casi cualquier club del mundo, pero hablamos de palabras mayores, del Real Madrid.
Sus carencias pasan desapercibidas en el campeonato liguero; son capaces de acabar la temporada con cifras goleadoras superiores a los 20 tantos. Cumplen ante rivales como Getafe, Valladolid o Betis, pero a la hora de la verdad, contra equipos de entidad, son incapaces siquiera de nutrir a la bestia, a Cristiano Ronaldo. Siempre es el portugués el que tiene que tirar del carro en los momentos complicados, cuando el balón quema en las botas.
Lo que a uno le falta, le sobra al otro, y viceversa. El francés tiene cualidades futbolísticas para dar y tomar, pero carece de sangre para competir al máximo nivel; justo lo contrario le pasa al argentino. Son dos buenos delanteros, pero no lo suficiente para ser titulares en el Madrid.
Para conseguir la ansiada décima, los merengues necesitan un 9 que haga temblar las rodillas a las zagas rivales, un auténtico killer, un devorador de áreas.
Ayer, por ejemplo, ante el Manchester United, daba la impresión de que si el encuentro se hubiese alargado, los dos seguirían en este momento sin ver puerta. En ningún momento estuvieron cerca de perforar la meta defendida por David de Gea.
La única labor de la defensa de los red devils, planteada de forma brillante por Sir Alex Ferguson, era frenar a Ronaldo, el resto de atacantes blancos parecían indefensos, atados de pies y manos.
Por todo esto y más, una buena opción para la vuelta en Manchester sería dejar a los dos en el banquillo, y meter músculo en el centro de campo (Essien). Dejando el ataque en manos de los letales contragolpes lanzados por Di María, Özil y CR7.
Infinitas oportunidades han tenido Higuaín y Benzema para demostrar su valía en Chamartín, y no han sido capaces de aprovecharlas, han tirado todas a la basura. Por eso es el momento de dejar paso a otros que tengan la categoría para jugar en el mejor club del siglo XX.
El sustituto de Mourinho, de cara a la próxima temporada, tendrá que buscar en el mercado un delantero de garantías. Suenan Falcao, Agüero o Cavani, cualquiera de estos daría más empaque al ataque blanco.
Habrá que esperar entonces al verano, cuando los malos estudiantes tienen que arreglar lo que no han hecho a lo largo del año.

lunes, 4 de febrero de 2013

John pudo con Jim



Los San Francisco 49ers volvían a una Super Bowl 18 años después. Era su sexta participación en el partido que decide el campeonato; una gran oportunidad para que el trofeo Vince Lombardi volviese a la franquicia que dominó la NFL durante las décadas de los 80 y los 90. Enfrente estaban los Baltimore Ravens, que buscaban su segundo título.
Los de San Francisco empezaron nerviosos, tenían ante sí el reto de romper la larga sequía, y además las principales casas de apuestas les colocaban el cartel de favoritos. Su ataque no fluía, y acumulaban incomprensibles errores en recepciones y placajes. No había ni rastro de sus últimas exhibiciones ofensivas. Los Ravens aprovecharon todos y cada uno de estos errores, dirigidos por un magistral Joe Flacco, para irse con una ventaja de 21-6 al descanso (momento imperial de Beyoncé). Los 49ers tenían por delante el enorme reto de intentar conseguir la mayor remontada en la historia de la Super Bowl.
Cuando se esperaba la reacción de los californianos, llegó un nuevo golpe de los de Maryland en poco más de 12 segundos: Jacoby Jones realizó el retorno más largo (108 yardas) de la historia de la Super Bowl. Se acabó la final, pensaron muchos. A la contundencia del resultado había que sumar la consistencia defensiva de Baltimore, que en semanas anteriores había secado a los mejores quarterbacks de los últimos años (Peyton Manning y Tom Brady). Todo hacía presagiar un segundo campeonato para la ciudad de The Wire.
Fue entonces cuando misteriosamente se fue la luz. El Superdome de New Orleans se quedó prácticamente a oscuras, y el encuentro se suspendió durante más de media hora. El repentino apagón se convirtió en un punto de inflexión y encendió las luces, hasta ese momento fundidas, del ataque de los niners.
De repente, por arte de magia, todas las piezas encajaban y el juego ofensivo comenzó a funcionar. Empezaron a conseguir primeros downs a base de carreras y pases precisos; acciones siempre comandadas por Colin Kaepernick. Al final fue remar para quedarse en la orilla, y se quedaron a apenas tres yardas de consumar la histórica remontada.
Los 49ers se quedaron así a las puertas de igualar a los Pittsburgh Steelers como los más laureados de la historia (con 6 triunfos) y perdieron por primera vez en toda su historia un partido que decidía el título.

Ha nacido una estrella


El 19 de noviembre de 2012 le caía del cielo a Colin Kaepernick su gran oportunidad, su debut como titular en la NFL ante los Chicago Bears. La lesión del indiscutible, por lo menos hasta ese momento, Alex Smith, obligaba a Jim Harbaugh a alinear a este quarterback de segundo año. Poco se sabía de este jugador, abandonado en su infancia, y que en su día tuvo dudas a la hora de elegir entre el fútbol americano y el béisbol.
Kaepernick cumplió sobradamente en los partidos de temporada regular (con un balance de cinco victorias y dos derrotas), llevando a los californianos a los playoffs. Y ahí, donde la mano suele temblar a los novatos, es donde ha explotado el de Milwaukee. En su primer partido de postemporada estableció un nuevo récord de yardas corridas por un quarterback (181 ante Green Bay Packers). Una semana después guió a los suyos a la Super Bowl tras remontar 17 puntos a los Atlanta Falcons.
Colin es un quarterback diferente, como pocos se han visto. Su principal virtud es la versatilidad; se maneja como pocos en el pocket, tiene la tranquilidad necesaria para elegir casi siempre la mejor opción y domina tanto el pase corto como el largo. Pero también corre, como si de un running back se tratase, con la cabeza por delante.
Ayer perdió su primera final, pero seguramente el futuro le deparará otras grandes citas.

Flacco MVP


El MVP fue para Joe Flacco. Un quarterback alejado de los flashes y un tanto insulso a primera vista. No suele ser protagonista de grandes jugadas, ni está en la lista de los mejores en posición, pero sin duda es un jugador muy fiable. Y hasta ayer nunca se le habían reconocido sus numerosos méritos.
Sólo en los partidos de postemporda ha conseguido once pases de touchdown, sin una sola intercepción. Unas estadísticas que ha sido capaz de realizar Joe Montana en 1989, casi nada.
Quizás el único compañero que le pudo competir el galardón de jugador más valioso fue Jacoby Jones. El wide receiver, además del retorno, consiguió otro espectacular touchdown: tras recibir un pase largo cayéndose al suelo, se levantó y llegó a la endzone tras marcharse antes de dos defensores.

Despedida soñada


La Super Bowl de ayer tenía también un punto emotivo para los Ravens, que veían como Ray Lewis jugaba su último encuentro tras 17 temporadas como profesional, todas ellas en Baltimore.
El controvertido linebacker ha estado relacionado siempre con malos tratos a las mujeres. Incluso en enero del año 2000 fue acusado de un doble asesinato y pasó 15 días en la cárcel.
Pero los datos están ahí: participó en trece Pro Bowls, fue  elegido seis veces en el equipo ideal de la NFL (1998, 1999, 2000, 2001, 2003, 2004), ganó en dos ocasiones el premio de Mejor Jugador Defensivo (2000 y 2003), y fue designado como MVP de la Super Bowl de 2001.

Elegido como el tercer mejor LB de todos los tiempos, sólo superado por Lawrence Taylor y Dick Butkus, se va como los grandes, ganando su segundo anillo de campeón.