viernes, 22 de febrero de 2013

Papa, ¿por qué somos del Atleti?





La temporada del Atlético de Madrid es extraordinaria. Su carta de presentación fue en Mónaco cuando agonizaba el verano, allí pasó por encima del Chelsea en la Supercopa de Europa. Desde entonces, su paso por la Liga ha sido ejemplar, ha ganado todos los partidos en su estadio y se ha afianzado en la segunda posición de la tabla, sólo por detrás del Barcelona, y lo que es más importante, cuatro puntos por delante del Real Madrid, algo que habían soñado durante décadas. Tampoco han aflojado el ritmo en la Copa del Rey, donde están a un solo paso de la final. Para lograrlo deberán defender la semana que viene en el Sánchez Pizjuán el 2-1 cosechado en la ida.

Un gran año sin duda para los colchoneros, que poco a poco conseguían dejar atrás la imagen de pupas que les ha acompañado los últimos años. Un cambio con un principal culpable: Diego Pablo Simeone. El técnico argentino ha sabido cambiar, en un corto período de tiempo, la mentalidad perdedora de este equipo; a excepción de los derbis madrileños.

Bueno, pues cuando parecía que todo era un camino de rosas para los rojiblancos, al Cholo se le iluminó una bombilla de más. El pasado 14 de febrero recibían al Rubin Kazán en la ida de los octavos de final de la Europa League. Los rusos se adelantaron en el marcador y llegaron al descuento con ventaja. Corría el minuto 94 y el Calderón iba a presenciar la primera derrota de los suyos en toda la temporada. Fue entonces cuando Simeone, seguramente crecido por los excesivos halagos de la prensa, mandó a Sergio Asenjo a rematar un córner. Un supuesto gol que le podía elevar a los altares futbolísticos.

Lo peor que puede pasar es que no hagamos gol y el partido acabe 0-1, pensaron muchos. Error. El saque de esquina fue despejado por la defensa rusa que montó un rápido contraataque, ante la permisividad de Juanfran. El balón le calló en los píes a Orbaiz y a placer puso la puntilla a los colchoneros.

Ni el más romántico lo hubiese imaginado. Volvía el Atleti de siempre, el de toda la vida, y qué mejor día para su vuelta que el de San Valentín. Todo encajaba, y en la ribera del Manzanares se escuchaba de fondo la sintonía de Benny Hill.

Igualito es un 0-1, que un 0-2. Antes de la grotesca acción, les valía con ganar en Rusia para acceder a los cuartos de final; ahora tenían que vencer con ventaja de dos goles. Pero aquí no se quedó la cosa. Y es que Cerezo monta un circo y le crecen los enanos. El colmo llegó el pasado jueves. A pesar de tirar el partido, dejando en Madrid a Juanfran, Arda Turan, Koke, Godín, Filipe Luis, Tiago, Gabi y Diego Costa (sancionado), consiguieron imponerse en Kazán con un solitario gol de Falcao. Un resultado que hubiese llevado la eliminatoria a la prórroga, si el ya famoso y legendario asenjazo no se  hubiese producido.

Desde mi humilde opinión, hacen bien tirando por la borda la Europa League, una competición menor que han ganado en dos de las tres últimas ediciones. Aunque las formas, evidentemente, no han sido las mejores. 

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