Más vale tarde que nunca. Tras doce derrotas en trece partidos (incluyendo la pretemporada) Los Ángeles Lakers han despedido a Mike Brown. En poco más de un año dirigiendo a Kobe y compañía ha cosechado 47 victorias, 36 derrotas y una eliminación en la segunda ronda de los pasados playoffs ante Oklahoma City Thunders; sin duda, un pobre balance.
El entrenador que fue incapaz de logar un anillo con LeBron James en Cleveland no parecía el más apropiado para colocar con precisión las nuevas piezas del equipo angelino. Aun así, Jerry Buss optó por darle una oportunidad esta temporada. En defensa de Brown diré que no es el único culpable, ni mucho menos, del pésimo arranque liguero. No basta con fichar a estrellas de liga, se trata de formar un equipo que devuelva el título a LA. La planificación de la plantilla no ha sido la mejor, y el banquillo es similar o peor que el que disponía ayer José Mourinho en el campo del Levante.
Con la salida de Brown comenzó el baile de nombres para sustituirle (Jerry Sloan, Bernie Bickerstaff, Brian Shaw, Phil Jackson y Mike D´Antoni). Aunque el Staples Center pronto se decantó: “WE WANT PHIL”. Todo parecía hecho, incluso la prensa local cifraba en un 95% las posibilidades de la vuelta del señor de los anillos. Pero su gozo en un pozo.
Todo parecía cuadrar. El Maestro Zen podría optar a conseguir su decimocuarto anillo ( ya tiene dos como jugador de Knicks, seis como entrenador de Bulls y cinco como entrenador de Lakers) y en California le esperaban como agua de mayo. Pero sus altas pretensiones (pedía entre 10 y 15 millones de dólares al año) han llevado a la directiva de los Lakers a decantarse por el plan B o C: Mike D'Antoni.
Su escueto palmarés se limita a su época en Italia. Y posiblemente su mayor éxito en la NBA ha sido ser nombrado mejor entrenador del año en 2005 con Phoenix Suns. Precisamente en Arizona llegó a disputar las finales de conferencia, con un juego dinámico y ofensivo, gracias a la terna Nash-Stoudamire-Marion. Aunque nunca llegaron a luchar por el Trofeo Larry O'Brien.
Su última aparición en los banquillos nos lleva a Nueva York Knicks, de donde fue despedido hace solo ocho meses. En la Gran Manzana se encontró con la llegada de Carmelo Anthony y Amare Stoudamire, y se le encomendó la labor de solucionar la lucha de egos entre ambos, y hacer de los knickerbockers un equipo competitivo. Entonces no lo logró. En las tres temporadas y media que entrenó en la ciudad de los rascacielos ganó 121 partidos y perdió 171, además solo llegó a playoffs una vez, donde cayó estrepitosamente en primera ronda 4-0 ante Boston Celtics.
Nos quieren vender su fichaje como la vuelta del Showtime. Desde luego, su apuesta es más atractiva que la de Brown, las puntuaciones altas estarán aseguradas, pero cuando lleguen los playoffs habrá que ver si estarán preparados para defender a los mejores equipos de la liga. Ha firmado por cuatro temporadas, pero un fracaso este año le pondrá en el disparadero.
A priori parece que cuenta con el apoyo de Nash, que fue elegido MVP en 2005 y 2006 bajo sus órdenes, y de Bryant, con quien compartió oro en las últimas olimpiadas de Londres (D´Antoni era uno de los numerosos ayudantes de 'Coach K'). Pero la sombra de Phil Jackson es muy alargada, y hasta que lleguen los primeros resultados se seguirá escuchando el runrún del Staples: "WE WANT PHIL".

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